sábado, 4 de agosto de 2012

Prometheus

Regresar a Alien sin anular el resto de franquicias y crossovers creados hasta la fecha: eso es lo que ha primado sobre la factura final del retorno por la puerta grande de Ridley Scott a la ciencia ficción.

Prometheus comete el error de dejar el guión a uno de los guionistas de Lost -Damon Lindelof-, experto en trampas efectistas y resoluciones irresolutas, colocando la media hora final de la cinta en el top diez de cosas que empiezan a suceder porque todo tiene que valer ya que al final ni estamos contando nada ni pretendemos contarlo.

Con una fotografía preciosa y unos efectos visuales de escándalo, las marionetas y escenarios lucen de maravilla. Que los productores de la cinta sean los implicados en la serie desde la original -Wallter Hill y David Giler- (y sus derivados, como fueron las AvP) le otorga una segura coherencia visual (sumado al delicioso y excitante uso de los diseños originales de concept que Fox ya pagó a Giger para Alien de 1979 más detalles de su libro Necronomicon) pero ello no asegura la coherencia argumental con la saga más allá del par de imágenes de xenomorfos que pueden apreciarse a mitad de film.

Usan elementos ya contados por los comics de Dark Horse, juegan con detalles visuales que los fans de la serie conocen, ofrecen un festival salvaje de vaginas gigantes con dientes y gore que cualquier amante del cine de ciencia ficción debería poder saborear sin problema.

Pero falla porque aunque las motivaciones de los tres personajes principales y sus relaciones estén perfectamente llevadas los sucesos que ocurren en la cinta son un compendio de acciones que tienen que pasar, sin ningún tipo de explicación. Los tempos están bien medidos, la acción se dispara en el momento que tiene que hacerlo y no se detiene, pretende ser una montaña rusa de emociones pero a la vez quiere hacer filosofía cuando lo que debería hacer es solo quitar el aliento.

En realidad, Prometheus es un polvo mediocre, un muy mal polvo -aunque nos hayamos corrido- pero con una compañía preciosa.

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