martes, 7 de octubre de 2014

La prueba del Ébola

Por José Manuel Roca*

Las acciones presididas por la mezcla desordenada de mediocridad, interés e ideología no suelen obtener buenos resultados, más cuando se trata de un asunto tan complejo y delicado como gestionar el sistema público de salud.

Como el valor en los soldados, la mediocridad se da por supuesta en quien dirige el ministerio de Sanidad, por ser quién es -pruebas hay-, en un gobierno plagado de incompetentes, por quién la ha colocado ahí, que no es ninguna lumbrera, y por cómo lleva a cabo la labor de aparentar, entre silencios y balbuceos, que le importa algo la salud de las personas mientras procura satisfacer los intereses de empresas, que, con la privatización y externalización de servicios sanitarios, han visto un negocio boyante en atender, previo pago, la salud de los ciudadanos; una mina de oro como tantas otras descubiertas recientemente.

Si en cualquier servidor del Estado, en particular en quienes ostentan las más altas responsabilidades, son exigibles la lealtad con los ciudadanos, el interés por lo común y la defensa de lo público, en ciertas áreas del Gobierno se exigen, además, sensibilidad, solidaridad y grandes dosis de humanismo.

Nada de esto se percibe en una ministra que hace profesión de fe neoliberal y católica, como si ambas creencias pudieran ser compatibles, y que, en vez de resistirse a reducir unos servicios que son esenciales para España -esa gran nación, que tanto dicen amar-, se ha entregado a reducirlos con prisa, como si todos los objetivos de reducir el gasto público fueran equiparables. Y no, no lo son. Como en el resto de áreas del Gobierno, lo que priman en este caso son los intereses de clase, los criterios económicos y también los étnicos.

El hospital Carlos III de Madrid era un centro de referencia, pionero en medicina tropical, especializado en atender enfermos con dolencias propias del Tercer Mundo y a los muchos niños adoptados procedentes de fuera de Europa. Parece que mantener este hospital era un lujo que España no se podía permitir, mientras circulan por ahí los sobres marrones con dinero extra y las tarjetas negras “sírvase usted mismo”, por lo que el Gobierno decidió suprimirlo para convertirlo en un centro geriátrico dependiente de la Paz. Pero el cierre de este hospital responde a los mismos criterios que llevaron a privar de tarjeta sanitaria, es decir, de servicios públicos, a 900.000 inmigrantes, donde el interés crematístico se unía con el racismo propio de la mentalidad de unos gestores blancos y ricos.

La repatriación de dos sacerdotes misioneros enfermos de ébola ha puesto en evidencia la imprudencia de prescindir de los servicios con que contaba el Hospital Carlos III, junto con la de trasladar a territorio nacional a dos personas infectadas, que realmente han llegado para morir. Quizá lo más razonable hubiera sido desplazar a su lugar de residencia en África lo necesario para mitigar su padecimiento y que pudieran acabar dignamente sus días.

Visto todo lo anterior y dada la nula sensibilidad social de la ministra titular de Sanidad, la presunta caridad cristiana que ha inspirado las operaciones de rescate de los dos sacerdotes, más parece responder al deseo del Gobierno de contentar a la Conferencia Episcopal, en un momento en que esta hacía patente su disgusto porque la ley del aborto no salía adelante.

Los casos de ébola han puesto en evidencia la temeridad de estas decisiones, pues se han tenido que habilitar deprisa y corriendo instalaciones necesarias para tratar una enfermedad muy contagiosa, en un hospital que estaba siendo desmantelado. Por otro lado, y como fruto de la improvisación, tampoco parece que los protocolos y los equipos para mantener aislado y protegido al personal sanitario que ha tenido contacto con los enfermos hayan sido los adecuados. Es de temer que estemos, de nuevo, ante otra chapuza de la acreditada “Marca España”.

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* José Manuel Roca, Barcelona, 1945, es Doctor en Ciencias de la Información y diplomado en Estudios  Avanzados en Ciencias Políticas, fue profesor del Departamento de Sociología VI de la Universidad Complutense de Madrid y en la actualidad mantiene activa su faceta de escritor.

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